CEREMONIAS CON ARMAS BLANCAS: Reificación del cuestionamiento

“Ceremonia con armas blancas”. Carlos Zerpa.

La obra de Carlos Zerpa es tal vez la de mayor contenido político en la performance venezolana. El apoyo iconográfico que este autor encuentra de modo natural en los mitos de la cultura de masas le proporciona una rica base objetualista para exhibirse como uno de los investigadores más polifacéticos, transgresores e inventivos del arte venezolano. Poesía visual, collages, serigrafía y ensamblajes de objetos constituyen una variada gama de expresiones autoexplicativas, directa y fuertemente existenciales, a que acude el discurso arrogante y cuestionador de este creador.

En el ritual de Zerpa, como en los eventos de Ettedgui, el texto verbal asume rol catalizador, y de allí la estructura de monólogo que, por influencia del teatro, se torna presente, de una manera autárquica, en sus acciones. Pero la actuación de Zerpa es algo más que un medio expositivo: “Jugando con el fuego, terminamos por arder”. Vive la situación, la experimenta y fuerza al espectador a transformarse con él en objeto y sujeto, desencadenando desde un centro visceral, una tremenda carga de fuerzas centrífugas que siguen el curso de un crecimiento caótico y proliferante de objetos e imágenes que, lejos de ser documentos, se convierten en altar, ofertorio, carnicería.

“Ceremonia con armas blancas”, evento que presentó con gran éxito en Colombia durante el Coloquio de Arte No Objetual de Medellín, es quizás su mejor performance, su más lúcida creación. Zerpa fundamenta esta acción en la idea de hacer “un canto directo a la vida”, pero un canto a la vida como quebrantamiento absoluto de toda medida lógica fuera de la que impone la necesidad de crecimiento de la vida, conforme a un discurso corporal alrededor de lo cual todo lo que se agrega se llena de sentido, hasta la muerte. Zerpa comienza su evento representando el papel de un preso que lee un epistolario sentimental, común en la literatura popular; escueto señalamiento al que sirve de fondo la palabrería inconexa de un radio a medio oír, y a partir de cuyo discurso la estructura de la obra pasa del simple relato al rizoma, al amasijo incontrolable y babélico de cosas cuyo amontonamiento adquiere la intensidad del paroxismo exigido por la ceremonia sadomasoquista que pone fin al evento. Por fuerza, la vida consiste en el hecho de que se hace a sí misma.