SIETE EVENTOS PARA UNA NUEVA LÓGICA DEL ARTE VENEZOLANO. Juan Calzadilla

1. El Programa

Las líneas que siguen deben leerse como encabezamiento más que como aclaración de los documentos del programa Acciones frente a la Plaza, presentado por Fundarte en la Sala de la Gobernación y en otros sitios de Caracas, en el curso de 1981. Documentos escritos y dados para su publicación por los 7 autores que participaron en aquellas jornadas, autores o artistas cuyas obras, saliéndose de los formatos tradicionales habitualmente reconocidos como marco de la creación plástica, abordan la presencia del cuerpo humano como protagonista de la obra de arte en tanto ésta es concebida en su temporalidad real, como transcurso viviente y presencial de una acción, apoyada o no por otros recursos de lenguaje. Esta forma de proposición estética, escasamente practicada entre nosotros antes de 1980, vivió su mejor momento en 1981, coincidiendo con una amplia apertura de sus manifestaciones hacia al exterior, tras presentarse sus autores en las bienales de Medellín y de Sao Paulo, el mismo año. El supuesto de que no debe considerarse obra plástica sino a la que puede ser circunscrita a los términos de un objeto material, fijo o móvil en el espacio pero en todo caso determinado por una estructura externa al creador, se ha reflejado en la negativa, por parte del público y aún más de artistas y críticos, a aceptar estas manifestaciones de arte corporal en el seno de los movimientos plásticos institucionalizados, y ello ha incidido en el hecho de que el reconocimiento de su existencia (ya que no se puede desconocer lo que existe) se haya hecho a título de incluirlas de un solo tirón en un capítulo nuevo de nuestras artes: el arte no convencional o no objetual, terminología que hace aceptable un pluralismo para el que la vanguardia puede ser acreditada a condición de que permanezca segregada. La segregación facilita, así pues, la expedición de un carnet de identidad, siempre transitorio, y este volumen, producto de la mejor buena fe de Fundarte, es expresión de un confinamiento para el cual la sociedad ha inventado el hipócrita término de pluralismo.

Más adelante, hasta donde es posible, tratamos de hacer un deslindamiento de carácter genealógico para introducir al lector en la comprensión de este tipo de arte viviente o integral, hijo de nuestro tiempo, e igual cosa hace la crítico María Elena Ramos en un texto leído en 1981 en el Encuentro de Arte No-Objetual, en Medellín, durante la IV Bienal de Medellín, texto inédito hasta ahora, y que se publica en este volumen.

Baste decir que los materiales de orden literario o visual que documentan el programa Acciones frente a la Plaza son una parte, quizás no la más importante, de un arte que por estar concebido como acontecimiento sólo resulta completo cuando se asiste a su presentación en vivo. Como la obra de teatro, constituye un hecho único e irrepetible con cada reposición. Pero considerando que un evento de arte corporal se inscribe en la historia a través de los procesos que la transcriben, documentan y memorizan (el video, la fotografía o el texto) podemos colegir de ello la significación también única e irrepetible, que tendrá para nosotros la publicación de los documentos que le sirven de memoria artística.

La lectura de estos documentos profundiza la separación entre las artes de imagen objetiva y la plástica corporal o lenguajes de acción, y la profundiza tanto más cuanto mayor es la separación que en materia de conceptos de arte hay entre el creador tradicional y el artista no-objetual. Antinomia irreversible, por lo demás, y que sólo nos parece allanable cuando, en el fondo de la cuestión constatamos que el carácter innovador de este nuevo lenguaje no nos aleja demasiado de ciertos puntales de nuestra tradición plástica que en el futuro serían de obligada mención como antecedentes de los performistas venezolanos. Sin negar la paternidad europea del movimiento, lo que resulta por demás obvio, no parecerá extraño que citemos aquí los nombres de Armando Reverón, pintor gestualista y creador de situaciones mágicas auténticas en el acto de pintar sus obras, y de Alberto Brandt, cuya textualidad suicida, por decirlo así se basaba en la exploración lógica del absurdo mediante un texto hablado que reemplazaba a la obra pintada. Es obvio que son autores corporalistas, menos conocidos y ortodoxos que Rolando Peña y Diego Barboza, en sentido estricto los primeros que entre nosotros producen modalidades de arte viviente. Ambos quedan consecuentes con la tradición comenzada por ellos al iniciarse la década del 70. Rolando Peña, antigregario por excelencia, no participó en el programa Acciones frente a la Plaza, lo que constituye un punto débil que sustraer al evidente valor histórico de esta publicación.

Las motivaciones del lenguaje de acción en Venezuela nos llevan a dos fuentes disímiles y hasta contradictorias: por una parte, descubrimos al evento informacional, que se nutre de experiencias colectivas o cotidianas, de índole social y existencial, o que se inspira, con sentido paródico mas que realista, en el modelo de comportamiento social generado por los mass media. El evento informático, tal como lo practicaron Ettedgui y Carlos Zerpa, si bien hace del performista un .sujeto estético, no parece francamente interesado en revelar el hecho formal y pone énfasis, más bien, en la comunicación misma, en cuanto ésta encarna en un ritual que emite mensajes críticos.

Ettedgui hacía de “animador cultural”, de “maestro de ceremonia”, de “moderador”, y se consideraba a sí mismo, estéticamente hablando, un informador. Lo transmitido era más importante que la acción de transmitir.

Zerpa se transforma en el producto artístico de su propio discurso, el hombre alienado, acerca de lo cual ironiza, y deviene chamán y objeto para desencadenar el caos informativo y ensayar una metáfora sádica de nuestra crisis urbana.

Diego Rísquez mitologiza las fantasías populares que han contribuido a endiosar a los próceres pintados por nuestros artistas clásicos, con el fin de desacralizar la información y desmontar la farsa. Ellos hacen crítica social.

A. Wenemoser no tiene interés en la identificación estética de objeto y sujeto. Ni siquiera pretende que el cuerpo o la presencia actoral sirva de mediador entre mensaje y realidad del espectador. Es la pura relación y sus consecuencias inmediatas, la relación de dos personas (artista-anfitrión, público-huésped) lo que se constituye en materia de investigación psicológica, más allá del valor real concedido a las palabras y a los gestos. Porque las cosas significan lo que uno quiere que signifiquen. Sin ánimo peyorativo, diremos que la otra vertiente del lenguaje de acción es de signo formal o esteticista. Con esto no queremos afirmar que se trata de eventos carentes de mensajes descifrables o de un contenido subyacente, sino que en ellos la forma plástica del cuerpo (y su relación con el espacio y los objetos) es el sujeto de una acción cuyo contorno es su referencia inmediata, por la cual el creador de la situación se reconoce en su papel de artista y transmite esta sensación. En tal categoría entran las acciones programadas para ser sentidas plásticamente, como composiciones en el espacio, expresiones de un pensamiento que tiende a la síntesis donde cristaliza la idea de un enmarcamiento polidimensional. Los eventos de Yeni y Nan, donde los movimientos axiales, bellamente regulados, ensayan redefinir constantemente los pasos generativos de la especie, el nacer y el transcurrir de la vida, son un ejemplo que nos lleva a pensar en una poética autosuficiente.

Del mismo modo, Antonieta Sosa parte de la danza para reordenar, como si se tratara del espacio de su vida, una arquitectura viviente, formada por las imágenes sucesivas de su propio desplazamiento; el fin es alterar la armonía y el equilibrio proponiendo el riesgo que lo viola en provecho de una libertad que sigue su propio curso, que elige también el caos.

Para Diego Barboza, la forma es tiempo y transcurso, memoria y recreación, pasado y presente.

Pedro Terán plantea un nuevo curso para la elección estética, reformularse el comienzo, el volver los pasos al origen ritualizando la pregunta que hace al público con su cuerpo: ¿cuáles son la naturaleza y el fin del arte?: artista-obra-público, he allí el triángulo a donde retorna el artista chamán, que exorciza los colores de la insignia patriótica como medida de salud.

Detallemos a continuación cada uno de estos eventos del programa Acciones frente a la Plaza, cuyas proposiciones trataremos de abordar someramente, con ánimo descriptivo, en el mismo orden en que fueron presentados.